Arde el atardecer
lento
opaco
avanza el rugido en el cielo
el verde huele a verde
fresco
pero no me salva del dolor
siniestro
estoy vacía
sin palabras siquiera descriptivas
es él
es él
es él
por fin gritaron como balas en el
aire las ramas enredadas a tu cuerpo lleno de agua
a ellas exigieron encubierto y
macabro silencio
es él
es él
agitó el río la tormenta en sus
entrañas atragantada
a la misma hora en que supo sin
escrúpulos
que eso ahí puesto
que eso ahí tirado
que eso ahí manipulado
había sido tu vida
tu vidita revolucionaria.
Con tu nombre entre las cuerdas y nuestra
luz chamusca de triste existencia
marchamos gritando presente
ahora y siempre
ahora y siempre
con el grito ventoso de este abrazo hermano
el cielo, espejo del pantano, convirtió
sus piedras de hielo seco en estrellas suaves.
Así estás ahora y para siempre
Santiago, en nosotres titilando.
El delta
Buenos Aires
No hay comentarios.:
Publicar un comentario