23 nov 2018

Mujer arcilla

   
Ilustración Pablo Mar


Tras el último intento fracasado, voy a cumplir con lo dicho.
La mañana vislumbrará un día tranquilo, nublado pero no del todo gris, tendrá reflejos canela por la contundencia del otoño y de la humedad que lo espesará todo. Soñolienta la mañana, con el río todavía alto, el paisaje vivo y el biguá, puedo verlo, el biguá sacudiendo sus plumas solitario y altivo, mientras algún vecino cocinará el pan amaneciendo mi apetito, entonces entraré a la casa para comer algo rico, lo más rico que haya, no voy a ir a la tienda para no demorarme con nada ni nadie. Después voy a raparme, algo así como un desmalezamiento del terreno, para que no se enrede el pelo con las antiparras que intuyo están junto con la malla enteriza en una de las cajas llenas de cosas que nunca me animé a tirar. Y cuando esté lista, tomando suficiente carrera voy a saltar del muelle al río. Y voy a nadar. Nadar hasta que me canse, hacer la plancha, dejarme llevar por la corriente y cuando me sienta fuerte retomar el nado, así una y otra vez hasta que el hambre o el frío me sucumban y justo ahí, cuando crea o sienta que ya no quiero más, volverlo a intentar, una vez más, una última vez, como lo hice con vos hasta hoy. Estaré agotada, con los pulmones sin espacio y las extremidades entumecidas, por eso no tendré reproches para 30 los peces si las mordisquean ni para las embarcaciones si me arrastran. Y si algún desalmado me encuentra y por su tranquilidad mental simula salvarme, voy a lanzarle toda el agua sucia que haya tragado en mis propios intentos iracundos de no perder y con voz de muerte y hojas de sauce voy a escupir, soltame, dejame vivir.
Ya no podrá el agua sostener el peso de mi cuerpo hinchado, recién ahí voy a hundirme, disolverme y entre el suelo arcilloso del río, desaparecer.

Alguna tarde, tus manos, resecas por el paso de los años y el trabajo, intentarán levantar sobre el torno esa misma pieza que siempre levantan, sin lograrlo ¡Oh, el fracaso! Y las vasijas bizcochadas, incapaces de ser, van a quebrarse cuando en el aire relinche mi voz estrangulada. Ha de abrigarte entonces una pena tan profunda que pareciera no pertenecerte, sin embargo tus manos…renunciarán sumergidas en arcilla blanda. Y subirá el agua y destrozará el muelle. Allí mismo crecerá una araucaria.

13 nov 2018

Todas putas


Acá somos todas putas
Yo me siento en otro escalón lleno de meo y pollos y colillas de cigarro y mucho olor a cerveza pegada seca añeja y acostumbrada, y abro la ventana a la fresca verdad paralela donde somos nosotras la jauría al acecho del lobezno tonto que va y viene como si no fuera, exóticas como el pedazo de sol en la pared roja muerta, aburridas entre la mediocre propuesta del macho alfa, como adoquín firme estamos, como entre amigas compañeras rescates, riendo fumamos, fumando combatimos, combatiendo escupimos cáscaras de girasol porque este pedazo de calle es nuestra y yo que soy la nueva fumo como bienvenida de la pipa de agua caliente y me hago visible entre tanto por la ausencia de glamour y cicatrices en la máscara. Cerca, un lobezno encorvado huele la carne de conejillo, sus uñas gotean baba con nicotina y su aliento es de hielo, también va y viene como si no fuera
- Hola, dice y simula
- Hola
- ¿Trabajas acá?
- No, no qué va, no no, digo y repito
- Perdona
- No no no, sigo diciendo y me avergüenzo de negar que me siento protegida, y fiera - bueno tampoco tanto así el no, sólo no, me retractó
- ¿Si o no?
- No

- Perdona

- Deu

Junto mis petates dispersos y antes de pararme y llevar de paseo pegado en las nalgas al polvo acuoso del escalón, entorno la ventana. Atrás queda la manada. La más flaca es la más vieja, atenta de mí sobre tacones luminosos se ríe salpicando humo y semillas.

Acá somos todas putas









El Raval
Barcelona

x

7 nov 2018

Tortugas en la cama


La tristeza de ahora me ahoga la mirada

que creyó estar más viva cuando se perdió en la expansión de la tuya

lloro porque conocí al rayo que te estaquea los pies en medio del patio
y se lleva el corazón de paseo como si lo estuviera llevando la muerte
lloro porque todos los festines que quisiera darte quedaron cubiertos de polvo
entre los dientes
retenido el impulso de lamerte con la mano
chapotear en tu celeste
alimentar con mi polen las grietas de tu sonrisa  callejera de libros
lloro de lástima por mi ego incansablemente herido
porque me enamore antes de saber si me gustaría conocerte
en un impulso te amé, como perro a su pelota,
con las ganas de correr y sacarte del mar entre mis colmillos
y hacerte cosquillas en la arena solo por verte reír
provocarte la risa para que escapen las pecas de entre tus cachetes
lloro porque no tengo chance ni tiempo de destejer el nudo
que creció en mi lengua al escucharte narrar el poemario de la sirena
lloro porque me niego a simularte mi caudal
prefiero llenar de tortugas mi cama
antes de abandonar la ilusión de la proximidad de tu pecho de poco pelo a mi corazón
que se sale
(si tan solo pusieras tu mano)
del deseo de estar recostado en tu hombro al momento antes de dormir
para cuidar de tus espasmos y escuchar como tragas desarmado saliva.