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Ilustración Pablo Mar |
Tras el último intento fracasado, voy a
cumplir con lo dicho.
La mañana vislumbrará un día tranquilo,
nublado pero no del todo gris, tendrá reflejos canela por la contundencia del
otoño y de la humedad que lo espesará todo. Soñolienta la mañana, con el río
todavía alto, el paisaje vivo y el biguá, puedo verlo, el biguá sacudiendo sus
plumas solitario y altivo, mientras algún vecino cocinará el pan amaneciendo mi
apetito, entonces entraré a la casa para comer algo rico, lo más rico que haya,
no voy a ir a la tienda para no demorarme con nada ni nadie. Después voy a
raparme, algo así como un desmalezamiento del terreno, para que no se enrede el
pelo con las antiparras que intuyo están junto con la malla enteriza en una de
las cajas llenas de cosas que nunca me animé a tirar. Y cuando esté lista,
tomando suficiente carrera voy a saltar del muelle al río. Y voy a nadar. Nadar
hasta que me canse, hacer la plancha, dejarme llevar por la corriente y cuando
me sienta fuerte retomar el nado, así una y otra vez hasta que el hambre o el
frío me sucumban y justo ahí, cuando crea o sienta que ya no quiero más,
volverlo a intentar, una vez más, una última vez, como lo hice con vos hasta
hoy. Estaré agotada, con los pulmones sin espacio y las extremidades
entumecidas, por eso no tendré reproches para 30 los peces si las mordisquean
ni para las embarcaciones si me arrastran. Y si algún desalmado me encuentra y
por su tranquilidad mental simula salvarme, voy a lanzarle toda el agua sucia
que haya tragado en mis propios intentos iracundos de no perder y con voz de
muerte y hojas de sauce voy a escupir, soltame, dejame vivir.
Ya no podrá el agua sostener el peso de mi
cuerpo hinchado, recién ahí voy a hundirme, disolverme y entre el suelo
arcilloso del río, desaparecer.
Alguna tarde, tus manos, resecas por el paso
de los años y el trabajo, intentarán levantar sobre el torno esa misma pieza
que siempre levantan, sin lograrlo ¡Oh, el fracaso! Y las vasijas bizcochadas,
incapaces de ser, van a quebrarse cuando en el aire relinche mi voz
estrangulada. Ha de abrigarte entonces una pena tan profunda que pareciera no
pertenecerte, sin embargo tus manos…renunciarán sumergidas en arcilla blanda. Y
subirá el agua y destrozará el muelle. Allí mismo crecerá una araucaria.
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